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Te Dejo

Posted by Squall on Nov 9, 2014 in Love Lessons, Otros Blog Posts

Muy buen escrito originalmente posteado en: http://www.lasubastademivida.com/2014/07/te-dejo.html

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Te dejo porque pinté susurros para los que, los únicos oídos sordos, fueron los tuyos.  Te dejo porque el dejado fui yo desde el momento en el que comencé a ser el único que besaba. Te dejo porque he sido un yo contigo. Un yo contigo en el que he perdido una importante parte de mí.
La parte con la que soñaba.

Te dejo porque has ralentizado mis ganas, mis sueños y casi todas mis emociones. Porque te has convertido en un ibuprofeno de lo que sentía hacia ti. Porque has sido un tropiezo en mi vida, las espinas de mi rosa y, en esta relación, una experiencia más agria que dulce.

Comencé a tu lado lo que, creía, sería el libro más bonito de la historia. Aquel al que no se le terminaran los capítulos, aquel en el que me apeteciese doblar la esquina de cada página para recordarme que, en ella, había algún instante inolvidable plasmado en la memoria de nuestra relación. Y, sin embargo, no hice más que coleccionar páginas en blanco. Espacios vacíos en los que escribir aquello que, diariamente, quería que sucediese. Un libro al que terminaron poniéndole tinta mis sueños frustrados, la forma en la que no me mirabas, y las caricias que no recibí.

Una obra titulada “Ojalá tú”.

Un libro que hoy saco de la estantería de mis esperanzas vacías, para venderlo en una tienda de segunda mano. Una tienda en la que además, todo aquello que se vende, son sentimientos en liquidación.

Te dejo.

Pero sobre todo, si te dejo con algo, es con las ganas.

Con las ganas de haber podido saber lo que hubiera sido nuestra vida en común. Con las ganas de que me quedase contigo aún recibiendo una cuarta parte de lo que te daba. Con las ganas de que me conformase con lo que ni siquiera merecía y, con las ganas, amiga, de que te dijera a todo que sí.

Así que llegados a este punto, y tras agotar la paciencia que nunca tuve, te confieso que soy intolerante. Intolerante a la infelicidad. Tú has sido mi alergia, y nuestra relación un sarpullido. Hoy entiendo que lo único en común que hubo entre nosotros, fue la idiotez.

La mía, la que tuve cuando decidí quedarme contigo.

La tuya, la que llevas impregnada en ti.

 
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No te enamores de una mujer que se hace la difícil

Posted by Squall on Jan 22, 2014 in Love Lessons, Otros Blog Posts

Leído y tomado de este blog: http://www.belelu.com/2013/07/no-te-enamores-de-una-chica-que-se-hace-la-dificil/?fb_action_ids=10152169612889275&fb_action_types=og.likes&fb_source=other_multiline&action_object_map=[513257558722817]&action_type_map=[%22og.likes%22]&action_ref_map=[]

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No te enamores de una mujer que se hace la difícil

…aun si lo verdaderamente difícil es no enamorarte de ella.

No te enamores de una mujer que se hace la difícil. Porque la mujer que se hace la difícil es errante, desconocida, cambiante: no sabrás describirla a ciencia cierta, a cuestión de adjetivos comunes. La mujer que se hace la difícil muta, cambia, deja, se aleja, vuelve, se arrepiente. La mujer que se hace la difícil lee, escribe, canta, actúa, baila, trabaja y estudia con mucho pesar al siempre tener conflictos con la autoridad y los trámites. La mujer que se hace la difícil se gana la vida por sí sola, no necesita de nadie que la ayude para ser todo lo que quiere ser: ella misma.

Ya te digo, mi amigo, que no te conviene. Para empezar, enamorarla se cree que es imposible. ¿Rosas rojas? ¿Chocolates? ¿Animales de peluche? ¿Coqueteo? ¡Por favor! La mujer que se hace la difícil te aceptará las rosas con una sonrisa, las pondrá en agua, y no volverá a hablarte nunca más. La mujer que se hace la difícil evita comer chocolates, sabe que engordan, y es presa de la soluble vanidad presente en las revistas femeninas. La mujer que se hace la difícil odia a los animales de peluche, se empolvan y estorban; además, ya tienen de mascota a un gato. La mujer que se hace la difícil se sabe “el juego” del romance de pies a cabeza: sabe cuándo llamar, sabe cuándo colgar y, justo cuando crees que le llevas gran ventaja al escucharla decir que te echa de menos, se desvanecerá ante tus ojos.

Jamás podrás comprenderla, entenderla. No existen diccionarios ni manuales de instrucciones para mujeres difíciles, desgraciadamente. No podrás. Será como si ella te hablara en lenguas romances y tú humildemente contestaras con un “OK”. No se entenderán, no habrá comunicación. No sabrán cómo decirlo y ella, tenlo por seguro, no lo dirá primero: su orgullo quemaría su voz antes que poner ante ti una debilidad. Porque así son las tan complicadas mujeres difíciles: ven cualquier muestra de sentimientos, cariño o afecto como un punto débil al que nadie debe de tener acceso. Nunca vas a verla vulnerable.

Y no porque no sufra. ¡Todo lo contrario! Las mujeres que se hacen las difíciles sufren como nadie: lloran, se lamentan, no saben qué hacer, gritan, se enfadan, se decepcionan y vuelven a llorar porque tú hiciste algo malo y deshiciste algo bueno, o viceversa.

Se decepcionan. Se decepcionan terriblemente porque ellas esperan lo mejor de ti. Se decepcionan porque añoran el romance, la nostalgia y, sobre todo, la caballerosidad. Ay, la caballerosidad, ¡las hace soñar despiertas a las mujeres que se hacen las difíciles! Que no te engañe: al tú abrirle la puerta del lugar mientras ella se coloca enfrente de ésta con los brazos cruzados y la mirada indiferente, una parte de su enorme corazón se va contigo.

Porque las mujeres que se hacen las difíciles tienen un corazón enorme, grandísimo, de un tamaño gigante. Es por eso que se hacen las difíciles: protegen esa hermosa figura de vidrio de cualquier papanatas con manos sudadas que pueda provocar una tragedia. Por eso son frías, duras, distantes y distintas. Todo se conserva mejor en un ambiente frío, helado: un congelador que logre conservar sus sentimientos para largo; y ellas mismas deben ser fuertes, son el templo de ese tesoro. Además, siempre les gusta ser diferentes, ser las correctas y maduras sabelotodos que realmente, a simple vista, parece que lo saben todo.

Las mujeres que se hacen las difíciles son guapas, pero una parte en su interior se los niega al mirarse en el espejo; jamás descansarán hasta no ser indiscutiblemente más atractivas que esa prostituta o famosa actriz de anuncio que puedas encontrarte camino a casa. Las mujeres que se hacen las difíciles generalmente son altas; de ojos grandes y labios enmarcados, de pómulos rosados y ojos expresivos: los ojos de las mujeres que se hacen las difíciles son una verdadera obra de arte; nada es más expresivo, nada es más atrapante que los ojos de una mujer que se hace la difícil. Pues la mujer que se hace la difícil miente, engaña, pretende, disfraza y la única manera de saber lo que verdaderamente está en su mente, es mirarle los ojos fijamente: tal como la Gioconda tiene un código oculto en su lienzo.

No te enamores de una chica que se hace la difícil, no. Insisto: no sabes con qué te estás metiendo. Además de todo lo que ya te he advertido, estas mujeres son odiadas, criticadas, renegadas. La gente no parece comprenderlas, amarlas; en cambio, son bastante envidiadas. No tienes opción, por si fuera poco, porque si no abogas a su favor, te lo reprochará y si abogas por ella, se alejará de ti. Sin preguntar. Sentirá tu (inexistente) lástima hacia ella, tu falta de admiración; ella no quiere tu lástima, no la necesita. Ella sabe que esas personas no tienen cerebro y no le llegan ni a los talones. Punto. No hay más que discutir. A oídos sordos y ojos llorosos cuando nadie las está observando.

Porque las mujeres que se hacen las difíciles se protegen, se resguardan hasta de sí mismas. Lo exageran todo, dramatizan cada acto tuyo en una tragedia porque escriben, porque leen, porque les gusta crear historias en las que ellas no son más que un personaje y para ti, como actor secundario, hay una lista entera de suplentes.

No se enamoran, no creen en el amor; lo consideran una mentira de su peor enemigo: la sociedad. Ellas creen en la pasión, en el romanticismo, en el drama. Las mujeres que se hacen las difíciles se encaprichan, se enganchan, se aprisionan, se encierran a un solo objetivo aun si éste no es digno de ser el blanco de lo más amoroso de su ser. Porque las mujeres difíciles así aman: terca, dolorosa, y caprichosamente; pero jamás por siempre. No, no, no. Las mujeres que se hacen las difíciles cambian, cambian todo el tiempo una vez que tal objetivo ya es misión cumplida.

Las mujeres que se hacen las difíciles son infieles por naturaleza, con la justificación de ser románticas; nunca pueden ser sólo tuyas. Las mujeres que se hacen las difíciles te quieren a ti, echan de menos a otro, lloran por aquel que no conquistan de inmediato, sufren por el que se fue y las dejó atrás hace años, y a la única persona que aman es a sí mismas. Ya te lo digo, amigo, que son unas malditas. Cínicas. Van por allí con una sonrisita enmarcada en labios rojos y sin escotes vulgares, con esas palabras dignas de salir de una boca tan bella y tú, ingenuo, crees poder no sólo enamorarlas, sino incluso jugar con sus sentimientos. ¡Ingenuo! ¡Imbécil! ¡Bastardo! ¡Acabarás enamorado! Enamorado, dejado, rechazado. Triste. Y sin tu chica que se hace la difícil, que muy probablemente estará besando casualmente a algún desconocido al que vio muy atractivo físicamente y al que jamás va a permitirle volver a verla porque está consciente de que es un completo imbécil.

Y es que ellas tienen estas fantasías amorosas, tal como tú tienes tus fantasías sexuales. Ellas sueñan con besar a su profesor más joven, a un hombre mucho mayor, a un chico arrogante y rompecorazones con el que no tengan aparentemente nada en común, a un maldito imbécil que las destrozará y este dolor ya lo verán venir de manera que hasta podrán disfrutarlo como inspiración, a un modelo masculino que les parecerá un maldito maricón, a un deportista profesional con quien tan sólo llegarán a tener una relación cordial, a un actor famoso del que saldrán huyendo asustadas por sentir que éste invade su libertad, etc.

Sin embargo, a final de cuentas, las mujeres que se hacen las difíciles no son tan difíciles como aparentan. Existe una manera para llegar a su corazón: piensa en ella, échala de menos, sueña con ella, escríbele. No te garantizo que te amará, no te garantizo que no te rechazará; pero ten por seguro que ella, tal como le gusta leer cada tarde lluviosa, “valorará tu sencillo coraje de quererla”.

Para mantener a una mujer que se hace la difícil hay que dejarla, hay que perseguirla, hay que acorralarla, hay que soltarla, hay que ser un extraño y a la vez quien más la conozca, hay que darle su espacio, hay que ignorarla de vez en cuando y con una sonrisa coqueta, hay que dejarse crecer la barba, hay que aprender del arte y de la buena ortografía, hay que evitar aquellas mariconadas de asistir a su clase de pilates, hay que ser seguro de uno mismo o le darás asco con tus inseguridades superficiales, hay que ser intelectual y no aburrido, hay que ser guapo y arrogante porque feo y titubeante no le vas a servir para nada, hay que preferirla a ella de manera especial antes que a las demás, hay que darle libertad: libertad de irse, libertad de volver, libertad de quererte, libertad de odiarte, libertad de abofetearte y después besarte. Una pequeña conclusión con estas mujeres es que un “te odio” es la prueba más sincera que ellas tienen de decirte “me encantas, eres muy guapo”. Ellas no sueñan con cambiarte, ella sueñan con encontrar ese detalle del cual puedan escribir sobre ti.

Así pues, amigo, las mujeres que se hacen las difíciles no son tan difíciles una vez que te revelan el primero de los muchos misterios que su larga melena ondulada contiene: lo único complicado con una mujer que se hace la difícil es lo mucho que ella puede llegar a hacerte feliz.

 
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Evitar la felicidad para protegerse de la aflicción: El autosabotaje.

Posted by Squall on Jan 8, 2014 in Internetz, Life Lessons, Love Lessons, Otros Blog Posts

“We’re all seeking that special person who is right for us. But if you’ve been through enough relationships, you begin to suspect there’s no right person, just different flavors of wrong. Why is this? Because you yourself are wrong in some way, and you seek out partners who are wrong in some complementary way.

But it takes a lot of living to grow fully into your own wrongness. And it isn’t until you finally run up against your deepest demons, your unsolvable problems—the ones that make you truly who you are—that we’re ready to find a lifelong mate. Only then do you finally know what you’re looking for. You’re looking for the wrong person. But not just any wrong person: the right wrong person—someone you lovingly gaze upon and think, “This is the problem I want to have.” –Galway Kinnell

 

Como es costumbre y a forma de aclaración, no todos los post son de mi propia creación, pero si encuentro algo interesante que vale la pena leerse, copiarse y pegarse, tengan por seguro que lo compartiré por este blog también.

Este post muy bueno cortesía de Elsy Reyes en su blog.

 

Autosabotaje. ¿Por qué no salen bien tus relaciones?

Autosabotaje. ¿Por qué no salen bien tus relaciones?

 

Nos sentimos criaturas sobrevivientes a la catástrofe del amor. Entonces decidimos protegernos, alertarnos y en ese intento por subsistir, enterramos el presente y todas las posibilidades que traía. Aniquilamos la felicidad actual en nombre del viejo dolor.

Resistir, perdurar, sobrevivir. Parecemos seres en la búsqueda de evitar que nos trague el entorno. Nos hemos encontrado otras veces en plena ruina emocional, y entonces nos sentimos tan pequeños, tan invisibles que inconcientemente hicimos un pacto con nosotros. La meta fue escapar y no ceder, no permitirnos fragilidad para evitar heridas nuevas. No obstante, no lo advertimos y seguimos caminando pero, ¿hacia dónde? El miedo nos sigue guiando como un GPS y comenzamos a auto sabotearnos.
Iniciar una relación para destruirla suena ilógico, suponemos que nadie se enamora para sufrir o se casa porque desea divorciarse y sumirse en la depresión. Más, sucede.

El autosabotaje es esencialmente un continuo hábito condicionado y determinado por experiencias dolorosas o traumáticas en el pasado que socavan una y otra vez nuestro éxito personal, profesional o social. Es así que el nuevo fracaso nos lleva  a reafirmar ese patrón, provocando una herida más profunda, menor autoestima y menor confianza. Es un acto inconciente y aparentemente inexplicable por lo que es complejo notarlo. No podemos ver con claridad ‘Me estoy auto saboteando’. Al menos no hasta que decidimos aceptarlo, detectarlo y aplicar estrategias de salida.
Cuando nuestros motores son el miedo y la vulnerabilidad vivimos en una especie de necesidad de resurrección de las situaciones de dolor del pasado con el fin de asegurarnos que no seremos lastimados de nuevo. Creemos que vivir en esa hipervigilancia de peligros imaginarios o latentes nos dará seguridad. En el autosabotaje hay una enorme necesidad de control y seguridad. Se traduce en ‘evitar la felicidad para protegerme de la aflicción’, pero es tratar de curarse con veneno.

Un viejo chiste de la historietista argentina Maitena, pregonaba “Tuve una terrible pesadilla… que se cumplían todos mis sueños”. Su humor negro nos ilustra de un modo brillante. ¿Por qué lucharíamos si lográramos todo lo que deseamos?, pensamos estúpidamente. Tener, por ejemplo, la relación que desde nuestra percepción es, sino perfecta, sí ideal, nos traslada a pensar que algo debe estar mal, que debe haber algo escondido y oscuro que no alcanzamos a ver dado el enamoramiento, y nos enfocamos a esculcar hasta hallar lo que sea que nos regrese a ese usual patrón de negligencia emocional. Por otro lado, más allá de la incredulidad de que algo maravilloso puede estarnos pasando, auto sabotear una relación también nos permite encajar. Estamos acostumbrados a la disfuncionalidad, es lo común.  Por lo tanto así como buscamos identificarnos con base en la ideología y el estatus, también en la dinámica de nuestras relaciones. Se da una suerte de competencia y, ¿dónde podemos ganar más fácilmente y alimentar nuestro egocentrismo? Claro, en lo negativo.
Parece increíble pero así funcionamos. ¿De qué platicaríamos entonces con las amigas si no es de la serie de quejas que hemos recopilado desde nuestro último encuentro? La felicidad incomoda, nos relega porque a la mayoría le disgusta sentarse a escuchar la capacidad que tiene una persona de encontrar la perfección en su vida.

Además, existen otros factores cruciales: el apego y el merecimiento. Por ejemplo, en total apego, cuando surge algo que te hace generar expectativas de felicidad, lo primero que sientes es miedo a perderlo, en vez de disfrutarlo, ser conciente de que estará en tu vida el lapso que sea adecuado y deberás dejarlo ir con la convicción de que el tiempo -de cada situación o persona- es perfecto. Pero, ¡no!, si ya lo tienes, debes cuidarlo, protegerlo, amarrarlo porque si se acabara o se fuera, serías miserable. ¿Por qué no creer que si está ahí es porque lo mereces? Te resulta más simple ejecutar acciones que lo alejan o lo van llenando de cicatrices, con el fin de evitar que se te escape de las manos y salir lastimada. El resultado es exactamente lo contrario.

El apego es un espejismo que te hace creer que algo debe ser permanente, es la negación al cambio y la negociación, a las nuevas etapas y a la pérdida. Es la vinculación compulsiva a una situación o persona originada por la creencia de que no es posible ser feliz sin éstas.Nuestra consciencia de merecimiento nace de nuestras creencias fundamentales, y su raíz subyace en lo que creemos que somos, no lo que realmente somos. Está estrechamente ligado con la autoestima.

El merecimiento es la convicción de que somos dignos, valiosos y nos aceptamos. Es el amor total hacia ti y tus defectos sin basarte en la concepción de los demás; es sentirte en condiciones de recibir. Obviamente vendrá el auto sabotaje si sentimos que no merecemos ser felices soportándonos en las heridas de relaciones anteriores, en las características de nuestros lazos familiares, imagen de nuestros padres y hermanos, en los mapas mentales que construimos desde niñas sobre nosotras con base en la opinión externa; hasta en la concepción que mamamos en casa acerca de cómo debe ser el amor y tener una pareja. Cuando están presentes todos o la mayoría de esos ‘ingredientes’, invariablemente creeremos que las cosas buenas nos suceden por suerte pero que se irán fácilmente y constantemente experimentaremos incertidumbre o angustia porque la tempestad se acerca, porque es lo común. Concluimos entonces que lo mejor es huir o hacer que huya de nosotros eso que nos causa tanta ansiedad gozar y por ende perder. Porque nos sentimos profundamente lastimadas.

Quizás el fallo común entre un rompimiento y otro en nuestra cadena de amores esté en que los hemos boicoteado pero no lo reconocimos anteriormente. No se trata de que ahora tengas una culpa más con la cual latiguearte sino de atacarla. Hay muchas formas de sabotaje, analiza cuál es el modo en el que tú operas. ¿Cómo?, muy simple.  Piensa qué te genera apego y miedo, en qué acciones temes imperiosamente que incurra tu hombre, o bien, qué es lo que sucede en una relación incipiente que te empuja a salir corriendo sin causa válida. También el impedir que nos amen es una forma de auto boicotearnos la felicidad. Pulido Romagosa comenta que “una de las formas más comunes de auto sabotearnos es poner barreras, mostrarnos inaccesibles e impenetrables o fingir indiferencia como herramientas justificables de nuestros actos”. Por ejemplo, se acerca a ti un tipo que te parece demasiado bueno, no cumple con el patrón del macho castigador por lo que lo menos amenazante es desilusionarlo, despreciarlo, y te repites ‘Es demasiado lindo, no funcionaría’. Y tienes razón, no funcionará porque no crees que merezcas que alguien te haga sentir bien y te valore. En el fondo tienes pánico. Lo mismo puede pasarte con las oportunidades de trabajo u otras áreas de vida. Tú solita te pones el pie porque ¿qué harás con tanta expectativa de felicidad? ¿Y si no salen bien las cosas?

 

Alarmas de auto sabotaje:
Este mapa te dará algunas herramientas para sincerarte contigo e identificar si estás saboteando tu relación, igualmente si debes buscar soporte en terapia. Te mereces una relación sana y libre, sin miedos y sin boicots.

1. Vives en el pasado y en el futuro
No sabemos vivir en el presente, de acuerdo a la mayoría de las disciplinas espirituales, el único espacio-tiempo donde puede existir la felicidad. Si la sitúas en el pasado, en la añoranza o en el futuro, en la expectativa ¿cuándo vas a ser feliz?

Antídoto:  Presente
El psiquiatra Nick Arizza, en su artículo Relationships: Self Sabotage As a Way of Feeling Safe comenta que La única manera de vivir plenamente sin auto sabotearte está en el presente, liberando las viejas emociones dolorosas y negativas. Proponte vivir en el ahora, desde escribiendo o repitiendo en voz alta cada que empieces a recordar o a futurear, ‘Yo soy mi presente’, ‘Yo vivo aquí y ahora’, hasta buscando alternativas como el yoga, el Reiki y otras herramientas que te permitan situarte en el lugar donde estás.

2. Tienes pánico al fracaso
El auto sabotaje proviene de la creencia de que si intentas algo nuevo, si te enrolas en una relación, fracasarás.

Antídoto: Enfrenta el miedo
El error no es más que aprendizaje, quítale la carga emocional al fracaso. Nada pasará, al contrario, te quedarás con una nueva experiencia y crecerás. Comienza por atreverte a hacer algo que te provoca ansiedad y confía. Confía en ti y en tu pareja, en lo buena que eres, en lo mucho que mereces ser feliz. Estás a salvo.

3. Eres adicta al maltrato
La psicoterapeuta y autora Anne Katherine puntualiza en su libro When Misery Is Company: End Self-Sabotage and Become Content, “Los adictos a la miseria crean todo un sistema a través del cual sobreviven al abandono, el miedo, la separación, la desilusión, los duelos. Ese sistema los ha salvado de la aniquilación por lo que se vuelven adictos al bloqueo”. Cuando hemos sido rechazados o tratados con poco amor en cualquier ámbito, generamos una necesidad a continuar esa afinidad con el dolor al tiempo que creemos que huimos de él bloqueando todo lo bueno que pudiera ayudarnos a salir de ese círculo.

Antídoto
Es uno de los factores que normalmente requieren ayuda profesional, no porque sea más complejo que los otros sino porque hay toda una historia detrás de esa adicción. Comienza por generarte bienestar. Enséñate a amarte a ti misma, valorándote y dejando de utilizar el pasado como un predictor del presente. Busca apoyarte en un terapeuta y regálate la sanación más grande de tu vida.

4. Charla interna destructiva
Constantemente puedes escuchar cómo te repruebas y repruebas a tu pareja, te quejas, encuentras o te propones encontrar aspectos negativos. No puedes dejar de pensar en las consecuencias fatales y le restas valor a lo que se traduce como positivo tanto en él y su relación como en tu entorno.

Ruta de escape: Perdonar y dejar ir
Enfócate en lo positivo, rescata el lado bueno de tu pareja. Habla sobre lo que te gusta en él, piensa en lo que te llevó a enamorarte. Procúrate situaciones de bienestar. Analiza qué posee él que se parezca a ese miedo del pasado. Y perdona. Perdónate y perdona a quien te lastimó. Perdonar no es olvidar, es quitarle la carga emocional al hecho, desapegarte de él. Es un proceso diario y que en ocasiones requiere de una mano profesional. Si en ese andar descubres que él realmente continúa exacerbando ese miedo. Es decir, si no estás imaginando sino que él sí actúa alimentando tu adicción al maltrato, piensa si mereces estar con él.

5. Un ‘yo protector’ miedoso
De acuerdo a los autores David J. French y Michael Maguire, en su libro ‘En busca de mi verdadero yo’, todos poseemos un ‘yo protector’ que nos alerta sobre el peligro o sobre las ventajas. Cuando dejamos que ese ‘yo protector’ nos asesore en cada segundo de decisiones al grado que lo escuchamos más a él que a nuestra pareja, a sus actos o a nosotros mismos, vivimos en auto sabotaje. Creemos que sobrevivimos pero lo único que estamos haciendo es no vivir.

Antídoto: Regálate retos
Sal de esa concha, de esa comodidad disfrazada de víctima y hoy mismo haz algo nuevo e inspirador con tu pareja. Calla a ese ‘Yo protector’ y demuéstrale que allá afuera es seguro, que es seguro amar, equivocarse y responsabilizarse de los riesgos.

6. Él es quien se está auto saboteando
Sabes que no es ningún secreto que lo similar busca a lo similar. Él puede tener sus propias heridas y basar en ellas su relación. Analiza lo que sabes sobre su historia de vida. Tal vez ambos estén en una vorágine de auto sabotajes mutuos. No podrás dejar este hábito si vives con quien boicotea la relación. Una de las investigaciones del psiquiatra y doctor en filosofía Drew Stevens, advierte que una pareja que se auto sabotea sólo alimenta más la depresión y ansiedad de quien pretende escapar de su propio auto sabotaje y es en gran escala, lo que provoca el mayor índice de fracaso.  Comenta que “de acuerdo a las estadísticas, las mujeres son más proclives al auto sabotaje, porque la mayoría creció en una cultura donde la poca valía es común en dicho género”.

Antídoto: O juntos o separados
Ínstalo a que él también encuentre alivio al reconocerse como un auto saboteador y proponle seguir estos pasos así como buscar ayuda tanto individual como de pareja. Cada uno podrá trabajar en su propios ‘demonios’ al tiempo que sana la relación. No lo justifiques ni lo postergues más. ¿No lo acepta o no quiere colaborar? Bueno, una forma de dejar el auto sabotaje es buscando relaciones que realmente te aporten bienestar y paz. Quizás en tu búsqueda de auto boicot, lo elegiste a él y ya es tiempo de reconocer lo que mereces.

Permítete ser feliz y constrúyete con base en quien eres hoy. Hay un mundo de abundancia allá afuera, deja que llegue a ti.

Elsy Reyes

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